Quiero hacer, en el plazo que me avisas,
el balance de nuestros corazones,
amortizando un fondo de sonrisas
y liquidando un saldo de ilusiones.
Declaración jurada de mis penas
te envié, al empezar el ejercicio;
y mis cuentas corrientes iban llenas
de interés y amoroso beneficio.
En una compraventa de miradas,
mi crédito contigo fue en aumento;
y a la vista, primeras y cambiadas,
tus letras recogí a su vencimiento.
Más después, por falaces inversiones,
se marchitó el negocio y, tras el año,
quizás ya solo espera a mis acciones,
dividendo pasivo, el desengaño.
Y aunque tu frío a malvender me lanza
y a tachar otra vez los precios rojos,
guardaré en el stock de mi esperanza
un cincuenta por ciento de tus ojos.